ponen en contexto actual las Siete Palabras que pronunciara en el Gólgota Nuestro Señor Jesucristo.
"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"
José del Castillo
Corría abril del 73. Desde el púlpito de la Primada, el orador sagrado que fuera Fray Vicente Rubio lanzó bolas de fuego al pronunciar el Sermón de las Siete Palabras, condenando la violencia del poder, la intolerancia ideológica y la corrupción que laceraban a la sociedad dominicana. Exclamaba: "Hemos perdido la confianza en las leyes y en la acción de la justicia" -cuando la anomia asomaba sus fauces. En primera El Caribe registraba una escena inédita en el ritual del Santo Entierro: jóvenes de los barrios portando pancartas, "Cristo Combatió la Corrupción y la Represión de los Poderosos", Cristianos de Capotillo. Eran los 12 años duros y en febrero había abortado la guerrilla de Caamaño.
En el 78 fue el cambio político y la guardia perdió protagonismo. Desde entonces sociedad e instituciones se fueron democratizando, con mayor pluralismo y mejores elecciones. La economía cambió a servicios, nuevos productos, consumo masivo, globalizándose. Se aceleró la emigración e impuso la inmigración descontrolada y un creciente flujo turístico. Nuevos códigos y Constitución fraguaron normas e institucionalidad compleja, sobrecargada, a veces disfuncional.
Mientras, narco y lavado lo han permeado todo. El sicariato se hizo industria. La delincuencia ganó calles y sembró terror. La mega corrupción sonríe feliz. Los entes de control y sanción se tambalean, cómplices también. ¿Puede el Padre perdonarlos? Porque éstos sí saben lo que hacen.
"En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el paraíso"
Pedro Silverio Álvarez
La escena no podía ser más dramática, paradójica y reveladora: Cristo, un símbolo de la lucha por la justicia, condenado injustamente a morir en la cruz, agonizaba en compañía de dos ladrones. En un acto de suprema generosidad Cristo perdona al ladrón arrepentido y le promete el paraíso. En cambio, el otro ladrón lucía desafiante, irrespetuoso y arrogante... Dos mil años después, la sociedad dominicana contempla con impotencia cómo la justicia -con honrosas excepciones- incentiva, como ha dicho el Procurador General de la República- ‘la delincuencia política', corruptos que se burlan del pudor social, seguros en su condición de inalcanzables por los brazos selectivamente cortos de la justicia. Como consecuencia, la base moral de la sociedad se ha ido progresivamente deteriorando, apartándose cada vez más de los valores cristianos, y abonando un terreno fértil para la violencia generalizada.
Los ladrones de hoy no muestran arrepentimiento; por el contrario, se sienten cómodos con un sistema de justicia que los privilegia, dependiendo de la jerarquía política que el propio dinero les haya permitido alcanzar. Por ello, la corrupción es el principal problema que enfrenta la nación dominicana, pues va corroyendo indeteniblemente todos los estamentos del tejido social e institucional.
El sacrificio de Cristo debe servirnos de reflexión para ser comprensivos con el arrepentimiento, pero inflexibles con quienes por encima del robo público quieren presentarse como víctimas de la persecución política. Ojalá que el ejemplo de Cristo nos guíe.
"Mujer, he ahí a tu hijo. Hijo, he ahí a tu madre"
Ligia Minaya